La jornada laboral de 40 horas: un debate en México

Mientras que en México apenas comienza el debate sobre la reducción de la jornada laboral a 40 horas, en otras partes del mundo esta es una realidad desde hace décadas. Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), para 2005, la mitad de las economías globales ya habían adoptado este límite, y una cuarta parte había establecido jornadas de entre 41 y 46 horas semanales.

Especialistas señalan que factores como la cultura laboral, la productividad y el diálogo social han sido clave para que diversas naciones logren reducir sus horarios de trabajo sin afectar la eficiencia económica.

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La gradualidad, factor clave en la transición a 40 horas

Desde 1935, la OIT estableció el Convenio 47 sobre la jornada laboral de 40 horas. Aunque solo 15 países han ratificado este instrumento, muchas naciones han avanzado en la implementación de este modelo. Ejemplos en Latinoamérica incluyen a Ecuador, que legisló la semana de 40 horas en 1997, y Chile, que actualmente está en un proceso de transición.

Marité Villanueva, abogada laboral y asesora de Recursos Humanos, destaca que «esto no es un concepto nuevo; la OIT ha regulado estos criterios desde hace décadas, y muchos países han adoptado la jornada de 40 horas antes de que fuera una tendencia mundial». Según la especialista, en las economías que han logrado esta reducción existe una cultura que valora el bienestar de los trabajadores y que no equipara productividad con mayor cantidad de horas trabajadas.

Rodolfo de la Torre, director de Movilidad Social del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY), subraya que los países con alta productividad han logrado reducir sus jornadas debido a dos factores: mayor poder de negociación de los trabajadores y una eficiencia económica que permite prescindir de horas sin afectar significativamente el desempeño empresarial.

«En economías productivas, las huelgas o paros tienen un impacto mayor, lo que fortalece la posición de los trabajadores en la negociación de mejores condiciones. Además, la tecnología y la capacitación han facilitado mantener la producción con menos horas de trabajo», explica De la Torre.

El panorama en América Latina

Si bien la jornada de 48 horas sigue predominando en el continente, al menos 14 países han establecido límites inferiores. Ecuador lideró este cambio desde 1997, mientras que Colombia (42 horas) y Chile (40 horas) han iniciado transiciones graduales.

Un informe de la OIT titulado Situación y perspectivas de la jornada de trabajo en América Latina destaca que, a pesar de los avances tecnológicos que han mejorado la productividad, la discusión sobre una reducción de la jornada laboral sigue siendo limitada en la región.

México: un cambio pendiente

En México, la jornada laboral no ha sido modificada en más de un siglo. Sin embargo, con el compromiso del Gobierno de México de avanzar hacia la semana de 40 horas de manera paulatina, la Cámara de Diputados ya analiza seis proyectos de reforma en esta dirección.

Marité Villanueva enfatiza que «México tiene una deuda social en condiciones laborales. La ampliación de las vacaciones generó controversia, pero no había cambios significativos desde la promulgación de la Ley Federal del Trabajo. La reducción de la jornada es una forma de actualizar la legislación a la realidad actual».

De la Torre añade que la transición requiere una estrategia bien estructurada. «Este cambio no se dará de manera natural; debe implementarse mediante reformas legales, con un enfoque gradual y planificado».

Para lograrlo, advierte, es fundamental mejorar la productividad mediante inversión en tecnología y capacitación. «A menudo, los empleadores no invierten debido a la falta de certeza jurídica. Es necesario equilibrar las reformas con políticas que fomenten la inversión y garanticen estabilidad en el sistema de seguridad social».

Conclusión

La reducción de la jornada laboral es un tema que ha avanzado en diversas partes del mundo, pero en México sigue siendo un reto pendiente. Factores como la productividad, la inversión en tecnología y la negociación colectiva serán clave para que esta reforma pueda concretarse de manera efectiva y sostenible.


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Fuente: El Economista

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